Análisis :: Nuestro sendero favorito

Muchos de nosotros nos esforzamos por “coleccionar” senderos, andamos para arriba y para abajo acarreando a nuestra fiel compañera por doquier en busca de nuevas vivencias, nuevas curvas, nuevos paisajes y trazados que nos pongan a prueba constantemente.

Es muy común la pregunta “en que cerros has pedaleado?” o “conociste tal bikepark?” “pedaleaste en este sendero?”.

Esta incansable búsqueda (que en muchos casos dudo que se detenga) trae como consecuencia un aprendizaje continuo, esta exploración nos hace conocer tanto nuevas cualidades de la montaña como nuevas características en nosotros. Conocer en el exterior siempre traerá consigo un descubrimiento interior, por ende, este tipo de situaciones nos hace ganar bagaje y nos enseña de nosotros mismos.

 

 

Ahora bien, a pesar de todo lo que podamos conocer en nuestra vida rider, siempre hay un sendero elegido, es como “nuestro”, es el favorito.

En él sentimos seguridad, placer, fluidez como en ningún otro y de tanto que nos gusta, lo conocemos o creemos conocerlo a cabalidad. Las líneas nos salen bien y nos sabemos las mejores!

Lo mágico de esto pasa cuando salimos constantemente de él a explorar y en un minuto volvemos, pero con mayor conocimiento y mayor manejo.

Ahí el favorito, el de siempre es mirado con otros ojos, hay una relectura de todo, por ende las líneas de siempre pueden cambiar, el freno se puede soltar más y nuestro pasado en aquel sendero se fusiona con un presente en un nuevo plano, la fluidez de siempre se une a nuevas capacidades adquiridas y avanzamos un grado de perfección en aquel querido lugar.

Ahora, este progreso lo podemos sentir y vivir sólo en la condición de entrar y salir de él para acumular nuevas experiencias. Si nos cegamos sólo a un cerro o un sendero, a pesar de que este cambie con el clima o tiempo, nos cerraremos sólo a él.

Es como una canción que nos gusta mucho, nos sabremos cada instrumento, cada ritmo, cada pulso pero no encontraremos nada más allá porque en cierto punto lo experimentamos todo, ya no hay sorpresas en esa situación.

Por eso, el ir y volver, el abrir nuestra mente y la constante mirada con “nuevos ojos” produce esta evolución que podemos hacer tangible en este lugar singular para nosotros.

 

 

Aquel pedazo de cerro que tiene un valor especial, lo vemos como nuestra zona cómoda pero que al despojarnos un tiempo y al retornar, nos muestra y nos enseña sobre nuestro propio progreso por ende en el juego de mejorar, no se trata sólo de buscar constantemente lo nuevo, sino en también contrastarlo con nuestro pasado para ver cosas que nunca habíamos visto, donde siempre estuvieron.

 

 Cómo te llevas con tu sendero favorito?

 

Rodrigo Salazar
FacebookInstagram

Comments

comments

Deja un comentario